jueves, 20 de febrero de 2020

Se deben una oportunidad.

I wanna love you whilst we both still have flesh upon our bones
Before we both become extinct

Leftovers
Jarvis Cocker


Se deben una oportunidad. Una salida intempestiva, una reunión de antiguos alumnos, a la que sus excompañeros no fueron invitados. Perreos, bailes lentos, una salsa e incluso una bachata en un lugar muy popular, donde no encontrarse con conocidos. Una comida muy cara en un hotel para funcionarios del régimen, empresarios y ejecutivos extranjeros. Una escapada a un pueblo refundido del austro ecuatoriano, donde quererse. Están enamorados el uno del otro. Nadie lo sabe. Los amigos que tienen en común los vieron tontear por tanto tiempo que cada broma y cada indirecta, las entendían como tales; nunca creyeron que hubiera algo más, porque ni él ni ella quisieron aceptarlo. Les parecía algo natural y les divertía tanto que no se atrevieron a dañarlo con requerimientos y obligaciones. Inconscientemente. Cuando empezaba a aflorar la idea, después de una caricia, de un roce inocente que despertaba algo transcurridos demasiados segundos, cada uno y por su cuenta, se miraba hacia adentro y se sacudía los sentimientos. Eran amigos, no desde hace mucho tiempo. Al principio se caían mal, al parecer por ser uno más creído que el otro. Más tarde las horas de clases y las horas libres los obligaron a tratarse; después, sus caderas y su cinefilia y literofagia terminaron por enfrentarlos. Él empezó a reclamarle que arremetiera contra todos de ésa manera. Nos vas a matar un día, nos vas a mandar a Perú de un caderazo. Y ella cada vez más, le señalaba lo odioso que resultaba que relacionara todo con libros y películas. Se hicieron amigos y no era extraño que se reunieran para mantener conversaciones extensas, que se contaran los amores que sufrían, los que arrastraban y no dejaban de padecer. Ella no podía deshacerse de un hombre mayor y él se resistía a olvidar a su última novia, encadenando mientras tanto, historias imposibles. Sin olvidar. Sin rendirse y dejarse caer en un amor verdadero, real. Porque no sucedió. Una noche, aburridos de la ciudad y de escuchar por segunda vez el mismo disco en el coche, ella no tuvo más ideas, más excusas que evitaran que él le enseñara cine de autor. Con las luces encendidas, en un ambiente no tan peliculero, no llegaron al final de Only lovers no sé qué. En algún momento, en la cama donde habían estado varias veces, los roces de sus brazos al coger palomitas y el contacto continuo de sus piernas debajo de los jeans, les erizaron la piel y les encendieron los labios. Sus corazones se enfrentaron por primera vez. Se sorprendieron sudorosos, en ropa interior. Cuando se disponía a retirarle el sujetador, él la miró directamente a los ojos y ella se asustó. Ésto no puede ser. No quiero. No sucedió. Se emborronó todo. Se quebró todo entre una amistad cómplice y un amor placentero. Les quedó una amistad ligera, de amigos de secundaria. Se niegan a aceptar que se aman. Ella ha vuelto a intentar deshacerse de su dependencia adolescente. Él se ha encerrado en una vida correcta con prometida, casa y perro. Solo para no tener que reprimir la complicidad que al final de las conversaciones sobre temas generales, les asalta, los desarma y les obliga a despedirse con apuro, en whatsapp cuando se felicitan por algún acontecimiento o se piden algún favor, o cuando se encuentran en la calle o en alguna reunión. Para no enfrentarse al amor que sienten y subraya cualquier gesto o frase que se dedican. Los churos que te has hecho aceleran más tus caderas. No te pega nada el combo familiar, señor-no-me-voy-a-casar-nunca-eso-es-muy-de-animales.