domingo, 2 de marzo de 2014
Las estaciones de bus en Ecuador son muy Folk.
Las estaciones de bus en Ecuador son muy Folk. Son las ocho de la noche de un miércoles. Viajo a Cuenca desde Machala. En la sala de espera, esparcidas por aquí y por allá varios sacos y canastos que una chola (indígena) vigila desde una butaca. En la fila de atrás, dos ladrones que no han comprado ni comprarán un billete para abordar un autobús, calculan el posible botín a la vez que hablan lascivamente a las dos costeñas que al día siguiente tienen clase en una universidad privada. Colgada en la pared de enfrente, la TV suena muy alto y lanza un programa de producción nacional que como todos, reafirma los estereotipos ecuatorianos. Que si el costeño, que si el guayaco (guayaquileño), que si el serrano, que si la mona (costeña) rica y exuberante, que si el marido mandarina (sumiso). Todos los estereotipos, sin olvidar alguno. Tan Folk que no falta el anciano pobre y cojo que recorre cada butaca ocupada con su cajita de caramelos, chupetes y cigarrillos de cinco, diez y veinticinco centavos. Ni tampoco el niño que no ofrece nada en absoluto y reclama la atención y cualquier moneda con su mano extendida, machada y llena de mierda. En cualquier momento, van a volar gallinas como en toda película gringa que muestra centro y sudamérica. Luego algún sombrerudo con un machete y con un revólver en el cinto, se acercará al mostrador de las encomiendas y enviará a su familiar en Cuenca, un racimo de bananas machaleñas, de las mejores del mundo. Finalmente, antes de que suba al bus, una familia completa irrumpirá en la estación y uno de sus integrantes cargará en sus brazos una cría de cerdo, tranquila, curiosa y tan blanca y pulcra, pese a todo. Y la familia al completo se dispondrá a abordar el mismo autocar que yo. Folk!
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