sábado, 19 de julio de 2014

Todavía tú.



Porque, ¡maldita sea!, todavía te pienso. Entro a uno de esos tantos bares para niños, supuestamente bien, y entre la gente que sale casi te puedo ver: nívea, morenaza y rolliza. Me siento totalmente solo en  una cafetería refinada de la ciudad y puedo imaginarnos, nena: todavía risueños, todavía mentirosos, mediando sendos mocaccinos mientras yo te miento más y tú me crees menos, mientras tú me mientes más y yo te creo aún más. Camino por La Calle Larga, cabizbajo, como pateando latas, y si levanto la mirada, los cristales de los comercios y de los bares, te devuelven a mi lado: hablando, cantando y gritando ese acento cuencano que en ti resultaba encantador. ¡Hasta el río sucio, los días de sol, te devuelve junto a mí! Pero todo eso es imaginación, nostalgia y dolor: estupidez total. La tía ésta, que lleva más de media hora escuchando mis tonterías, no se parece en nada a ti. No estás en la discoteca para capullos cuencanos a la que me dejé arrastrar. Por mucho que parpadee, la imagen que flota en la copa de champagne no opaca el rostro de ésta tía. Por mucho que lo intente, lo sé, en el taxi hasta mi casa, te seguiré pensando pese a la música horrible de la radio y a la conversación forzada del taxista. Por mucho que lo intente, todavía tú.

lunes, 7 de julio de 2014

Te voy a picar muy fina en líneas largas y níveas, te voy a jalar y te voy a olvidar. Voy a recluirme todo un fin de semana con los amigos del mal, que teniendo en cuenta el lugar y las circunstancias, son mis únicos amigos. Vamos a llamar a El Negro para que nos provea del mejor producto de nuestra Sudamérica, y luego de la respectiva rebaja para los panas y consumidores asiduos, compraremos. Un gramo será insuficiente, dos gramos casi excederán nuestro presupuesto y tres gramos completaremos con los pases de cortesía que siempre ofrece nuestro dealer preferido para comprobar que la coca es la misma. Y nos parecerá suficiente, aunque cualquiera de nosotros, a mitad de la madrugada, pida un taxi hasta un cajero para retirar veinticinco dólares y conseguir el último gramo de la noche.
Sucederán entre jale y jale, la conversación que intentaré hacer trascendente con cierta chica, la sorpresa y la mojigatería estúpida de las peladas que se escandalizan por un polvito de nada, los sorbos cortos a la mezcla de Jager y Monster y los tragos largos a la Coca-Cola bien fría, el recuento y la vigilancia preocupados para evitar que alguien se pase de cabrón y jale más de la cuenta.
Y al final de la noche, ya en la madrugada, con toda la energía del mundo, luego de hablarle sobre escritores, directores de cine, libros y películas, cierta chica aflojará, como aflojarán las mojigatas cuencanas que escucharán a mis panas. Y ésta tía, capaz igual que tú, no tendrá la más mínima idea sobre nada de lo que le hablaré, e igual que tú, sospechará que hay algo en mí, medio turbio e interesante, por descubrir.