sábado, 19 de julio de 2014

Todavía tú.



Porque, ¡maldita sea!, todavía te pienso. Entro a uno de esos tantos bares para niños, supuestamente bien, y entre la gente que sale casi te puedo ver: nívea, morenaza y rolliza. Me siento totalmente solo en  una cafetería refinada de la ciudad y puedo imaginarnos, nena: todavía risueños, todavía mentirosos, mediando sendos mocaccinos mientras yo te miento más y tú me crees menos, mientras tú me mientes más y yo te creo aún más. Camino por La Calle Larga, cabizbajo, como pateando latas, y si levanto la mirada, los cristales de los comercios y de los bares, te devuelven a mi lado: hablando, cantando y gritando ese acento cuencano que en ti resultaba encantador. ¡Hasta el río sucio, los días de sol, te devuelve junto a mí! Pero todo eso es imaginación, nostalgia y dolor: estupidez total. La tía ésta, que lleva más de media hora escuchando mis tonterías, no se parece en nada a ti. No estás en la discoteca para capullos cuencanos a la que me dejé arrastrar. Por mucho que parpadee, la imagen que flota en la copa de champagne no opaca el rostro de ésta tía. Por mucho que lo intente, lo sé, en el taxi hasta mi casa, te seguiré pensando pese a la música horrible de la radio y a la conversación forzada del taxista. Por mucho que lo intente, todavía tú.

1 comentario:

  1. Inconfundible tu estilazo halla donde te leo, muy buen texto tio.
    Cuídate y un abrazo desde zgz city!

    ResponderEliminar