martes, 2 de septiembre de 2014

Esto es una puta mierda.



Suena la primera canción de Reggaeton y decide que ya es momento de ir a otro lugar, y resume su desencanto.
     —Vámonos, ésto es una puta mierda —dice para todos y lanza el cigarrillo a medio terminar.
     —Aguanta, Español. No te gustan las peladas o qué... Ni en broma nos vamos. Y menos a jalar y beber cola nada más. —le dice uno de sus amigos, uno de los pocos que tiene por éstas tierras.
     —Bueno, como quieran, pero yo me voy. Así que ¡hala, a cascarla! —y los parlantes lanzan para toda la concurrencia y todas las esquinas de la sala Mami yo te veo ahí con tus amigas. Realmente infumable, insoportable, lo último.

     El taxista lo analiza, queriendo establecer una conversación nimia sobre los detalles más irrelevantes de la ciudad y el día que ya casi termina.
     —¡Cómo llovió hoy, joven! Tendría que haber visto el tráfico, un caos... ¿Y ya se aburrió de la fiesta? Eso está bien, mejor que se vaya pronto a su casa. —comenta, pregunta y se responde a sí mismo.
     —Sí, por favor para dos cuadras antes, en la tienda de la gasolinera.
     Y luego, al enfilar la última calle antes de llegar a su casa, con la Coca-cola y el Red Bull en la funda negra, se pregunta si Ella querrá venir a su depa.
     Jala una línea pequeña, una solamente, y se sienta en el sofá grande de la sala, con los pies apoyados en la mesa de centro, cuidando de no tirarlo todo: el refresco, el energizante, el espejito y el canuto de metal. Se recuesta y habla por teléfono, pese a lo poco que le gusta.
     —Dale, nena, ven a mi depa... No hay problema, también pueden venir tus amigas. Incluso tus amigos... De verdad, tengo muchas ganas de verte... Dale, sí.

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