viernes, 27 de febrero de 2015

¿Y tú por qué me gustas?



¿Y tú por qué me gustas? Quiero saber, averiguar las razones, cada detalle que hace que me fije en ti. Y más o menos lo intuyo.
No puedo apartar la mirada si mis ojos encuentran tu figura en la realidad cotidiana, hasta que me respondes con una mirada, que no sé cómo interpretar. A veces pareces encantada de mi admiración y otras, las más desconcertantes, creo verte casi enfadada, molesta, incómoda. Y eso no parece importarle a mi instinto, que siempre te busca. Y te encuentra.
En FB —cada vez más importante, sino esencial, para éstas preocupaciones— quiero evitar visitar tu perfil, fijarme en tus actividades: qué frases te emocionan, con quién te haces fotos, qué palabras llaman tu atención y, un tanto stalker, cada Me gusta que te dedican, cada comentario que hacen a tus publicaciones, ¡a tus fotos! Tengo la necesidad —no es simple curiosidad— de averiguar quién ése cabrón que le da Me gusta y que comenta tus estados y tus fotos, que comparte las imágenes con textos positivos que tú publicas. Quiero saber cómo es, si realmente representa una amenaza. Si de verdad tiene sentido ésta angustia que me ataca.
Tus amigos ya no tienen más detalles con los que distraer mi interés por ti; incluso algunos, ya hartos, me animan a hablar contigo, demostrar mis intenciones y empezar a construir algo entre tú y yo. Y la parte que solo te conoce, se extraña de la curiosidad que no puedo disimular, de las caras totalmente expresivas o de lo desinteresado que quiero parecer cuando hablan de ti, cuando de pura casualidad te nombran.
Y así te voy construyendo dentro de mi cabeza, detalle a detalle y a base de miedo, inseguridad y timidez. Porque simplemente no puedo acercarme a ti y preguntártelo directamente. ¿Y tú por qué diablos me gustas?

miércoles, 18 de febrero de 2015

Cuando tengas treinta.



Así te imagino cuando te aproximes a los treinta. Aniñada. Súper pija. Muy risueña. Todavía rica, con tu cuerpo de herencia mulata. De pompismis pompis como solías llamarlas—, latinas, no muy exageradas, perfectas. Sonrisa amplia y fácil. Labios gordos y carnosos, mulatos y sensuales. Características físicas a las que el tiempo habrá restado juventud, pero no inmortalidad.
Te imagino exagerada, sin poder modular muy bien tu voz demasiado aguda, que te hará parecer dramática (preocupada) y enervará al personal; lo que sin duda, como ahora, intentarás contrarrestar con tu muy buena educación, con tus buenas maneras y la predisposición dulce para ayudar a la gente y resaltar sus virtudes físicas —eres tan física, pues.
Creo verte vestida siempre tan adecuada y oportuna y correcta. La mejor en la playa. La mejor en el trabajo de oficina. La mejor en las diligencias, en los bancos. La mejor en casa, en la cama. Siempre muy sensual, exagerada o sutil.
No tendrás hijos, estoy seguro. Te hará compañía uno o quizás dos perros. De pedigrí, por supuesto. De esas razas pequeñas a las que las mujeres cuidan como un peluche de la infancia y la adolescencia.
La gente te seguirá admirando. Te envidiarán también, por qué no. No se imaginarán ninguna cicatriz en el alma y en el corazón, ningún sábado de desencanto y vómito. Te creerán de manera equivocada, en parte.
Y yo, muy bien, me podría imaginar contigo, menos próximo a los treinta. Como éste man que acompaña a la tía ésta que no dejo de mirar. Que me recuerda a ti. Que me hace pensarte. En un barco de recreo, de vuelta al continente, luego de unos días de soledad, películas y textos en un isla del Pacífico ecuatoriano.

Como ella te imagino, con una mirada y una sonrisa dedicadas.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Mientras Ella lo sujeta por la corbata.



Y mientras Ella lo sujeta por la corbata y lo besa con fuerza, mordiéndole los labios, Él no se explica cómo se dejó convencer para vestir éste traje horrible e incómodo, y asistir a una boda. Con lo que odia los trajes, y sobre todo tragarse una boda entera. La espera en la Iglesia y el paseíto de la novia hasta el altar. La ceremonia y los votos. El arroz y los buenos deseos. El banquete y el guateque.

*

Él es consciente de que ha bebido tanto como para aguantar toda la noche y cobrarse una buena recompensa, y Ella también. Con una mano se mantiene asida de la corbata y la otra la deja libre sobre el bulto apretado que ha formado el pantalón. Continúa besándolo de manera agitada, acelerando las respiraciones de ambos, tanto que obligan al taxista a lanzar una mirada por el retrovisor y a carraspear para interrumpirlos. Inmediatamente se separa de sus labios y le ajusta el nudo de la corbata y la chaqueta del traje.

 *

Ella le arrebata las llaves y sube las escaleras hasta el departamento. Luciendo sus piernas tersas. Levantando mínimamente sus pompis y descubriendo un culotte de color negro. Él la atropella, la empuja con fuerza contra la puerta, antes de que termine de introducir la llave en la cerradura. Y Ella se deja hacer. Van a saltar los botones de la cremallera. Contra el cuerpo de Ella.

*

Él estira el brazo para cortar la enésima llamada insistente de su madre, y la despierta. Ella le da el último mordisco alrededor del pezón izquierdo con el que termina de marcar todo su pecho. Son las once menos cuarto. Pronto te empezaran a buscar. Creo que a ti primero le replica Ella, contestando el celular y colocándolo en la oreja del hijo desconsiderado.

Vale, que sí. Ya voy al banco. No lo olvidaré. Depositar trescientos en la cuenta del Pichincha y enviarte el cheque. Sí, ya salgo ahora le responde a su madre, bastante estresado, a la vez que Ella juega, primero con sus manos y luego con su boca.

¡¿Que?! ¡No! Yo quiero más. Mi madre me ha estresado muchísimo.
—No. Si le has dicho que ya vas es porque ya vas. A lo mejor después nos da tiempo a desayunar en un Tutto.
*

Llegan a casa y Ella tiene preparado un vídeo con las palabras de un juez de matrimonios. Todo, con las pausas del juez para esperar los sí quiero. Después, al final del polvo que sella su compromiso, Él, mirando hacia el techo cae en que su pausa fue un poco más extensa y eso le inquieta. Se gira y antes de que pueda decir nada, Ella despeja sus dudas con un beso.

lunes, 2 de febrero de 2015

Un puto zombie.


Cuál es mi parte, si no estás tú. ¿Con qué parte de mi cabeza me quedo yo? ¿Con qué parte de mi corazón, —por muy cursi que te suene, ahora que no te importo—, me quedo yo? Pareceré un zombie a partir de ahora, caminando por ahí, yendo a fiestas, tan solo con una mitad de mi cuerpo. ¿Cuál vas a dejar conmigo?

    ¿Quién me hará ver las películas más insustanciales, cuando quiera parecer pretencioso? ¿Quién intentará hacerme ese latino, pijo —aniñado—, que debería ser? ¿Quién me ayudará a sobrellevar mejor la vida en la Tierra, rodeado de gente? ¿Quién diablos interrumpirá mi lectura insomne con un polvo de antología? ¿Quién se hartará de decirme que me compre un smartphone para poder comunicarse conmigo a todas horas? ¿A quién obligaré a llamarme, enviarme SMSs y ser tan analógica todavía?

   ¿Me vas a recordar? Eso sería una pequeña victoria. La derrota total es ir a clases y vivir domingos sin tu inspiración. ¿Le contarás a alguien, alguna vez, algún día, que tuviste un novio cultureta, de gustos raros, medio majareta? ¿Realmente fuimos novios? ¡¿Qué puctas fuimos?!


Nos vamos a matar, nena, eso está claro. No quedará nada de lo que fuimos alguna vez. Nada.