lunes, 23 de marzo de 2020

Texto corto sobre la tierra.




La bossa nova me devuelve a las ocho de la noche y un minuto, de un día entre semana, en un pueblo de apariencia asiática, costumbres bárbaras y sin embargo, tan sudaca; al momento inmediatamente después del telediario, en el que de un segundo a otro, sin anuncios de por medio ni transiciones, empezaba la telenovela brasileña, con una frase en español neutro que mal traducía un portugués más rico, o con una canción que recorría de mañana o de noche, Río de Janeiro, tal vez Sao Paulo. Me regresa a ése momento quedo, natural, apresurado y orgánico, que únicamente permitía poner a remojo las legumbres secas que aliviarían el hambre de la jornada siguiente en los campos de arroz. A ése momento que marcaba el final del día y permitía al pueblo entero exhalar, darse un respiro, y lo recubría de una calma real, reparadora: los perros dejaban de sacudirse dentro de sus pellejos sembrados de pulgas, los cerdos se acomodaban unos con otros en la tierra polvorienta y la gente apenas se movía para no sentir en exceso las superficies irregulares y duras de los muebles que rellenaban sus salas-comedor-cocina-dormitorios.

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