No es mi culpa, Nena. No es mi culpa que me sucedan días entre semana muy etílicos, que al amigo de turno le invadan unas ganas tremendas, nazis, de beberse la ciudad. Tampoco tengo ninguna responsabilidad en que otro amigo, o el mismo amigo capaz, sienta en sus carnes que la semana avanzó hasta el jueves, viernes o sábado, y sienta igual la obligación de celebrarlo. De celebrar que la Tierra todavía gira, supongo. No tengo ninguno poder de acción, él/ella/ellos me invitan y yo simplemente me dejo invitar y llevar. Sé que necesitan a un borracho como yo allí, a un tipo medio gracioso, a un tipo medio inteligente, a un tipo medio normal. Es una necesidad y una obligación, también. No puedo faltar. Me encuentran de repente en la facultad (de Medicina, ni más ni menos) y me arrastran. De repente ven que aparezco en el chat de FB y de una me escriben para extenderme su invitación, y buenos deseos, claro. Y yo pocas veces —casi nunca, la verdad —, me niego. Es muy difícil para mí hacerlo. Provengo, y tú lo sabes muy bien, de una casta de buenos bebedores. De bebedores bravos y muy losers. Incapaces de llevar una vida ordenada y fructífera. Que pierden, siempre. Como te pierdo yo ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario